Es evidente que la infertilidad representa un problema muy importante en la pareja que la sufre. Las parejas que deciden acudir a métodos de reproducción asistida para superar esta dificultad “biológica”, deben tener presente la importancia de un acompañamiento psicológico como parte de un tratamiento integral de la infertilidad. Estudios recientes han revelado la importancia de la intervención psicológica no solamente para afrontar determinados problemas psicosomáticos que estén impidiendo o dificultando el proceso de concepción, sino para enfrentar una serie de problemas, de índole diverso, que se presentan a raíz de la infertilidad y del proceso de reproducción asistida.
En efecto, la intervención psicológica no solo puede resultar vital en algunos casos donde la infertilidad se encuentre directamente relacionada con problemas de depresión, ansiedad o estrés en la pareja, sino que ésta se presenta también como fundamental para tratar problemas derivados del proceso de afrontamiento de la infertilidad, como los múltiples cambios que se producen en la relación de pareja (deterioro del lazo comunicativo, sentimientos de culpabilidad, minusvalía, reproches), dificultades en las relaciones sexuales (pérdida de espontaneidad, falta de motivación, tensión), problemas en las relaciones sociales (pérdida de motivación para eventos sociales, aislamiento), entre otros.
La intervención psicológica como parte del tratamiento integral de la infertilidad busca, por tanto, no solo favorecer la concepción, como objetivo único y exclusivo (a través de estrategias de afrontamiento para el proceso de adaptación y manejo de la ansiedad), sino también mejorar la salud mental de las parejas infértiles sometidas a las diversas técnicas de reproducción asistida; en suma, brindarles una mejor calidad de vida.
El proceso de reproducción asistida, en consecuencia, debe iniciar con un diagnóstico del estado psicológico en el que se encuentra la pareja, y se recomienda seguir con un tratamiento basado en un enfoque cognitivo – conductual, que permita mejorar la comunicación en la pareja, haciendo a esta más asertiva; favorecer un adecuado autoconcepto y afianzar la autoestima en la persona que padece el problema; trabajar y superar cogniciones, esquemas y creencias erróneas; regular estados emocionales como: depresión, ansiedad, estrés y proveer estilos de afrontamiento durante y después del tiempo que dure el proceso de reproducción asistida.